Los primeros cajeros fueron instalados en la década del 90 por las diferentes entidades bancarias con asiento en el país, y desde entonces los métodos de ataque han evolucionado a la par del uso que exhibieron las plataformas de operaciones bancarias.
Una muestra de cómo esta tendencia también tiene una importante presencia local radica en que, según se dio a conocer en las jornadas Segurinfo 2007, la Argentina ocupa el 8º lugar en el ranking de los países que, a nivel regional, se ven afectados por actividades de fraude contra cajeros. Intentemos prevenir las estafas.
Brasil, México y Colombia encabezan la nómina de naciones que más sufren estas modalidades de ataque. Igualmente, las empresas que proveen este tipo de servicios en el país han reiterado que la posición que ostenta la Argentina dentro de América latina refleja una mejora en los niveles de protección ofrecidos.
Aun así, la sola existencia de amenazas de fraude y estafa genera de por sí inquietudes en los clientes de cajeros automáticos, y de ahí la necesidad de abordar las modalidades de fraude que han sido detectadas con mayor asiduidad en el país.
Captura de tarjetas y robo de contraseñas mediante engaños a clientes con escasa experiencia en el manejo de estos dispositivos, reemplazo de teclados por dispositivos que capturan la digitación del cliente, y la instalación de sistemas capaces de retener los datos de la banda magnética presente en cada tarjeta bancaria, son algunas de las prácticas más comunes de estafas en cajeros.
Más allá de que los bancos tienen como política reestablecer al cliente el monto de dinero extraído de manera fraudulenta, la posibilidad de neutralizar cualquier intento de daño económico reposa, en buena medida, en las precauciones que tome el cliente común. Y es precisamente éste último el eslabón más endeble en la estructura de seguridad creada en torno a los cajeros instalados.